En un escenario global marcado por la crisis hídrica y la creciente presión regulatoria, la industria minera chilena enfrenta uno de sus mayores retos: asegurar el suministro de agua sin debilitar las fuentes naturales. En este contexto, la desalinización surge no solo como una opción viable, sino como una necesidad estratégica para la sostenibilidad del sector.
Actualmente, cerca del 30% del agua utilizada en el país para la industria proviene del mar, ya sea desalinizada o sin tratar. Este porcentaje está en ascenso y se proyecta que para 2034 alcance al 70%. Este cambio no es casual, sino el resultado de años de innovaciones y búsqueda de la eficiencia, donde empresas tecnológicas han sido actores clave al proveer soluciones que contribuyen a la confiabilidad operativa de estos procesos.
La ósmosis inversa, que representa el 70% de los procesos de desalación a nivel mundial, lidera este cambio por su alta efectividad en la remoción de sales y metales pesados. No obstante, tecnologías como la nanofiltración conquistan terreno por su menor consumo energético y su capacidad para mejorar la reutilización del recurso, disminuyendo tanto los costos operacionales como la huella hídrica.
Además, la incorporación de sistemas híbridos —como biorreactores de membrana y humedales artificiales— apunta a un enfoque más integral. No se trata solo de desalar, sino de reutilizar el agua en múltiples ciclos, reducir la descarga de efluentes y cumplir con los cada vez más exigentes estándares ambientales.
Según un catastro presentado por la Asociación Chilena de Desalación y Reúso (ACADES) y la Corporación de Bienes de Capital (CBC), los proyectos de desalación y reúso de agua en Chile suman una inversión total estimada de USD 22.159 millones, una cifra que habla por sí sola del rol de esta tecnología. Lejos de ser una solución temporal, la desalinización es ya una pieza estructural del modelo operativo minero del siglo XXI.
Si bien aún existen desafíos como el costo energético o el impacto ambiental de las salmueras, la innovación está avanzando en paralelo para mitigarlos. Un ejemplo concreto es el aporte de Valmet, a través de su marca Neles™, que en 2024 fue el principal proveedor de válvulas para el proyecto de desalinización de una de las más grandes compañías mineras de Chile. Estas válvulas fueron seleccionadas para el sistema de bombeo de agua desde el nivel del mar hasta los 5.000 metros de altitud, un desafío técnico de gran envergadura que exige equipos de alta confiabilidad, resistencia a la corrosión y cumplimiento de exigencias acústicas y ambientales. La solución de Valmet destaca por su capacidad de adaptación a condiciones extremas, lo que refuerza el papel de la ingeniería de precisión en la construcción de una minería más sostenible.
En suma, la desalinización en la minería no es un lujo ni un plan B. Es la clave para la continuidad operativa de una industria que debe seguir siendo motor económico, sin olvidar que el agua —por muy técnica que sea su gestión— sigue siendo un bien común, y su uso responsable, una obligación ética y ambiental.
Gonzalo Silva León, Gerente Regional de Control de Flujo de Valmet
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