La presencia financiera de China en América Latina y el Caribe entró en una nueva fase centrada en administrar las deudas acumuladas a lo largo de los años por los países de la región, con amortizaciones y renegociaciones, en tanto que el financiamiento nuevo es casi inexistente.
“Hubo un período en el que el crédito público chino se convirtió en una fuente importante de financiamiento para varios gobiernos de la región”, dijo a Bloomberg Línea Jonathan Fortun, economista del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF).
“Ese período se cerró. Lo que quedó es un conjunto de relaciones bilaterales en las que el volumen histórico de préstamos convive con una realidad actual marcada por amortizaciones, renegociaciones y una oferta de financiamiento nuevo prácticamente inexistente”, señaló Fortun.
Aunque la relación pasó de esa fase de grandes desembolsos en Latinoamérica y el Caribe a una de administración de los pasivos, la región se enfrenta a un panorama de compromisos financieros adquiridos con China que debe cumplir.
Venezuela mantiene la mayor exposición crediticia a China, con US$59.200 millones desde 2005, de acuerdo con cifras recopiladas por el IIF,una asociación empresarial mundial de instituciones financieras.
Fortun dice que si hay un cambio de régimen en Venezuela, la relación con China no se resolvería de inmediato, pero sí se abriría una ventana para reestructurar y clarificar el stock real de deuda. “Hay precedentes de que China puede ser flexible cuando busca evitar un default desordenado”.
En el caso venezolano, la complejidad es mayor porque una parte significativa de la relación financiera se estructuró mediante envíos de crudo a China como forma de repago, con múltiples ajustes operativos a lo largo del tiempo.
La dinámica crediticia ya no es el motor de la relación. El financiamiento soberano perdió protagonismo y su lugar lo ocuparon los flujos reales. La inversión directa china aumentó su presencia en sectores estratégicos como infraestructura, energía, logística, minería y electromovilidad.Jonathan Fortun, economista del IIF.
Luego de Venezuela, la mayor deuda con China se concentra en Brasil (con US$32.400 millones), con la característica de que este es el principal socio del gigante asiático y mantienen intereses comunes en estrategias como el bloque de los Brics.
Después vienen Ecuador (US$11.800 millones, tras recortes por reestructuraciones), Argentina (US$7.700 millones, incluyendo el swap activo) y Bolivia (US$3.200 millones, donde el país asiático es acreedor clave).
Según Fortun, “la región opera hoy con un mapa de exposición que no refleja expansión, sino madurez. Los países que recibieron los mayores flujos atraviesan etapas muy distintas”.
Venezuela continúa siendo el caso más complejo, porque los montos acumulados en la etapa de mayor financiamiento chino fueron enormes, pero el volumen vigente es solo una fracción.
“La secuencia de interrupciones de pago, extensiones y refinanciaciones convirtió la relación financiera en un mosaico difícil de interpretar desde una simple acumulación histórica”, anotó el analista del IFF.
En algunos casos, la relación con China se mantiene mediante instrumentos de liquidez que cumplen una función táctica, como el swap de Argentina, que influye en la gestión de reservas y en la política cambiaria.
En otros casos, como el de Ecuador, la relación se reorganizó en torno a reestructuraciones que redujeron cargas que en su momento fueron decisivas para el balance fiscal, señala Fortun.
En el contexto económico actual, China también está buscando ser mucho más estratégica y “no prestar a gobiernos que pueden tener problemas para repagar”, explicó a este medio el director para la región Andina de la consultora Control Risks, Theodore Kahn.
“China también perdió mucha plata con todos los préstamos que hizo a Venezuela, que luego no ha podido repagar. China ha mostrado cierta flexibilidad y hemos visto reestructuraciones de la deuda en Ecuador y de Surinam estos años”, anotó el especialista de Control Risks.
El trasfondo de los acuerdos
“Los estudios comparativos muestran que los préstamos oficiales de China suelen ser menos transparentes que los de los acreedores multilaterales y varios bilaterales más tradicionales”, dijo a Bloomberg Línea Rafael Pampillón, profesor de Economía en el IE Business School, de España.
En la práctica, señala que la financiación china es menos transparente frente a los organismos multilaterales, al considerar que ofrece menos información pública, aunque también impone menos condiciones en las políticas económicas.
La financiación china, en cambio, suele incluir requisitos comerciales, como el uso de contratistas y equipos chinos o mano de obra china. Además, frente a otros acreedores bilaterales (Estados Unidos, Europa, Japón), China presenta un nivel de confidencialidad mayor.
En conjunto, “la deuda con China resulta, en promedio, más opaca que la proveniente de fuentes multilaterales y de buena parte de los socios bilaterales tradicionales”, dijo Pampillón. “Esta falta de transparencia dificulta la rendición de cuentas internas en los países receptores y complica la evaluación integral de riesgos y sostenibilidad de la deuda en América Latina”.
Según Pampillón, aunque endeudarse con China no implica una pérdida automática de soberanía, sí incrementa la dependencia económica, genera intereses creados que dificultan revertir acuerdos y puede abrir espacio a presiones comerciales o diplomáticas en momentos de vulnerabilidad financiera.
¿Condicionamientos chinos?
Los compromisos financieros con China suelen implicar un alto nivel de endeudamiento soberano o con garantías estatales, lo que obliga a los gobiernos a priorizar el pago de estos créditos en sus presupuestos.
De acuerdo con los especialistas, otros mecanismos de garantía incluyen cuentas especiales donde se depositan los ingresos de proyectos para asegurar el pago a los acreedores chinos.
En el plano estratégico y comercial, los créditos también suelen estar vinculados a la contratación de empresas chinas y al uso de tecnología y servicios de China.
A ello se suman compromisos políticos y de cooperación más amplios, como la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que incluye acuerdos de colaboración en infraestructura, energía y tecnología.
Theodore Kahn, de Control Risks, opina que hay otro tipo de condicionamientos que van más allá de los términos contractuales como tal, más relacionado a lo político y diplomático.
“Cuando China hace grandes inversiones, préstamos a un gobierno o un país, hay cierta expectativa de que se va a alinear en ciertos aspectos con el gobierno chino, sobre todo pensando en el tema del reconocimiento de sus intereses sobre Taipéi, que ha sido una gran batalla diplomática para China en la región”, comentó Kahn.
Una de las conclusiones es que la idea de una “trampa de deuda” diseñada por China es más compleja de lo que sugiere el debate público.
Pampillón manifiesta que en América Latina no existen ejemplos claros de una estrategia china deliberada para provocar impagos y apropiarse de activos estratégicos.
Expone que los casos más citados —como Venezuela y, en menor medida, Ecuador— reflejan más bien problemas internos: mala gestión macroeconómica, alta dependencia de las materias primas, poca transparencia y debilidad institucional, que terminaron generando sobreendeudamiento y necesidad de renegociaciones, afectando tanto a los países como a China.
Tampoco se observa un patrón de expansión crediticia que apoye la idea de una estrategia para generar dependencia: tras el auge de 2013 a 2020, China ha reducido paulatinamente sus préstamos a la región, a la vez que ha diversificado hacia inversiones en infraestructuras y a la gestión empresarial china de esas infraestructuras.Rafael Pampillón, profesor de Economía en el IE Business School.
China da un paso hacia la cooperación
Más allá del endeudamiento, la relación de China con Latinoamérica ha progresado en el campo de la cooperación y los proyectos de inversión extranjera directa que se enmarcan en su programa de la Franja y la Ruta.
Rafael Pampillón, del IE Business School, considera que “en lugar de los conflictos y del ruido, como hace (Donald) Trump en EE.UU., China está presente en los países emergentes. Su poder se ejerce por acumulación de capital, no por imposición”.
“Asia Central, África, América Latina y los Balcanes se ven hoy unidos por esa red de arterias invisibles, donde la diplomacia comercial sustituye a la intervención militar”, comentó Pampillón.
De esta manera y desde 2013, con la llegada de Xi Jinping al poder, China se ha convertido en una de las principales fuentes de financiación y de construcción de infraestructuras de América Latina.
Entre 2000 y 2024, Brasil concentró cerca del 33% de toda la inversión extranjera directa china en América Latina —unos US$67.000 millones— seguido por México (18%, US$36.500 millones), Argentina (12%, US$24.500 millones) y Chile (10%, US$20.500 millones).
Colombia apenas recibió el 3,3% (US$6.750 millones) y Venezuela el 1,6% (US$3.210 millones).
Entre tanto, el Caribe alcanzó un 4,3% (US$8.830 millones) y Centroamérica un 0,7% (US$1.500 millones).
China se perfila como el destino de mayor crecimiento para las exportaciones de bienes de Latinoamérica y el Caribe este año, en medio de las tensiones comerciales y la guerra arancelaria, de acuerdo a proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
Las Perspectivas del Comercio Internacional de América Latina y el Caribe 2025, apuntan a que las exportaciones regionales de bienes a China se incrementarían un 7% en valor este año.
Esta dinámica estaría influenciada por el aumento de las ventas de carne y soja y a mayores precios de minerales como el cobre.
“En el mediano plazo, el tema de las iniciativas orientadas a diversificar relaciones comerciales, el portafolio de mercados de destino y socios comerciales es fundamental”, dijo en la presentación del informe José Manuel Salazar-Xirinachs, secretario ejecutivo de la Cepal.