● Nuestro país tiene un mineral escondido en sus relaves que podría convertirlo en productor clave de cobalto, un material esencial para las baterías de los vehículos eléctricos y tu tecnología diaria.
● Chile podría producir hasta 15.000 toneladas anuales de este mineral, lo que podría generar una nueva industria, empleos de alta tecnología y posicionar al país en la cadena global de la movilidad eléctrica.
¿Sabías que el cobalto es uno de los motores de la vida moderna? Aunque no lo veamos, este metal es clave para las baterías recargables de los celulares, de los vehículos eléctricos y de la tecnología que busca un planeta más limpio. Chile, que ya tiene historia con este mineral, está trabajando para que el cobalto tenga una nueva vida y así posicionarse como uno de los líderes en la minería sustentable.
El cobalto es un metal gris azulado, duro y que no se oxida fácilmente. Si bien su minería dejó de ser masiva hace mucho, fue importante en el pasado. ¿Para qué se usaba? La geóloga Marjorie Salazar Tejo, docente de la Escuela de Recursos Naturales de Duoc UC, adherente de Compromiso Minero, explica que “se explotaba principalmente en el Norte Chico, especialmente en las regiones de Atacama y Coquimbo, donde se utilizaba para la elaboración de pigmentos azules destinados a cerámicas y vidrios exportados a Europa”.
Hoy este mineral vuelve a cobrar relevancia debido a su papel clave en la fabricación de baterías recargables, vehículos eléctricos, celulares e incluso dispositivos médicos. “La tecnología continúa avanzando a pasos agigantados, y el cobalto se ha convertido en una pieza esencial para sostener esa evolución”, agrega Salazar.
El tesoro escondido: reciclando residuos
Aquí viene la buena noticia: Chile no necesita abrir grandes nuevas minas de cobalto. Gran parte de su potencial está en los relaves mineros, esos depósitos de residuos que quedan de la extracción de otros minerales (como el cobre) en zonas como Coquimbo, Atacama y Valparaíso.
Según el Centro Integrado de Pilotaje de Tecnologías Mineras (CIPTEMIN), adherente de Compromiso Minero, esos relaves son un “tesoro” podría permitir la producción de
hasta 15.000 toneladas anuales de cobalto. Más aún, esta cifra podría duplicarse si se incorpora la explotación conjunta con yacimientos de cobre.
“El cobalto es crítico para la fabricación de baterías de ion-litio, componentes eléctricos y sistemas de almacenamiento de energía. Desarrollar capacidades locales para producirlo de forma sustentable nos permitirá aportar a la transición energética mundial con materiales elaborados bajo estándares de trazabilidad y respeto ambiental”, comenta la Dra. Cynthia Torres, directora ejecutiva de CIPTEMIN.
Bacterias: Las nuevas agentes clave de la minería
Para lograr esta minería del futuro, la innovación es clave. El proyecto BioElectroTor de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI) está dándole una nueva vida a los relaves usando un reactor biológico con bacterias especiales que trabajan sin oxígeno para recuperar metales como el cobalto.
La investigación se realiza en el Laboratorio de Medioambiente de la UAI, Campus Viña del Mar y la escuela Mina Planta Chancón, ubicada en la Región de O’Higgins.
“El proyecto BioElectroTor busca transformar lo que hoy se considera un desecho en una oportunidad. Recuperar cobalto desde relaves significa menos impacto ambiental, menos residuos y más desarrollo local”, explica Javiera Toledo, Ph.D. en Biotecnología y Microbiología y académica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la UAI, adherente de Compromiso Minero.
“A diferencia de la minería tradicional, que requiere mover grandes volúmenes de roca y consume mucha agua y energía, esta tecnología aprovecha material ya procesado, reduciendo la huella ambiental y energética”, afirma Toledo.
El desarrollo de este tipo de tecnologías podría representar un cambio significativo para Chile. Si logra escalar industrialmente, permitiría acelerar los procesos de biominería, disminuir los riesgos asociados a los relaves abandonados y generar empleos vinculados a la innovación tecnológica.
Este camino, liderado por la innovación y la ciencia chilena, no solo disminuye los riesgos ambientales de los relaves, sino que también convierte al país en un actor clave de la transición energética global.
