Casi cualquier producto tecnológico que nos rodea hoy en día contiene elementos metálicos de las llamadas tierras raras. Estos elementos tienen tres propiedades que los hacen imprescindibles para los avances tecnológicos que se han dado en los últimos años: la luminiscencia, la conductividad y el magnetismo, como explica Juan Manuel Chomón, autor de ‘La era de las tierras raras’ (Tecnos).
“Todos los motores eléctricos de tamaño reducido son tan potentes y pueden tener ese tamaño gracias a los imanes permanentes de tierras raras”, asegura Chomón, porque sus propiedades les permiten soportar mayores temperaturas y tener diez veces más fuerza en sus imanes. Son motores que encontramos desde en los coches a ascensores, teléfonos móviles o auriculares, y que se utilizan en varios sectores como el de la defensa, el aeroespacial o el energético.
Esto explica que las tierras raras se hayan convertido en el centro de una nueva cruzada internacional. Y China lleva la delantera, con el control de la extracción y la producción de estos minerales. “Sus planes quinquenales estaban publicados y eran abiertos, simplemente no le hemos prestado la atención suficiente porque China no era un rival sistémico o un competidor estratégico”, explica Chomón, que es también teniente coronel del Ejército del Aire.
Al mismo tiempo que el interés en Occidente caía, por la alta contaminación que supone la extracción y el refinamiento de tierras raras, China relajaba sus leyes medioambientales. Mientras en Occidente, en los años 80, descendía el número de minas abiertas por los movimientos ecologistas contrarios a la minería, China “aprovechó para estratégicamente ir conquistando desde el primer escalón de la cadena de suministro, que es precisamente la minería”, señala Chomón, para pasar luego al resto de la cadena: el refinamiento, el procesado, la elaboración de los metales y los productos finales. Y lo hizo con una mano de obra barata y sin miedo a “ir a pérdidas” al principio, para luego recuperar esa inversión con el valor añadido de los productos finales. “Una estrategia muy definida y publicada que no fue en ningún momento oculta”, insiste.
En el contexto actual, con una lucha por la hegemonía entre China y Estados Unidos, las tierras raras se han convertido en un factor decisivo en el mapa geoestratégico global, porque “el liderazgo tecnológico está intrínsecamente relacionado con la con la hegemonía”, recuerda el analista. Por eso ahora los países occidentales, fundamentalmente Estados Unidos, intenta reaccionar para desligarse de la dependencia de esos minerales y no permitir que China “disponga de esa carta geopolítica”. Pero no va a ser fácil, según Chomón. Así como Occidente dejó que China se hiciera con la cadena completa de suministro de las tierras raras hace cuarenta años, ahora China no quiere soltarla. “Utiliza leyes de control de la exportación y otros mecanismos para evitar perder el monopolio de sus tierras raras”, asegura el teniente coronel. Por ejemplo, intenta hacerse con todas las minas abiertas del mundo.
En esta cruzada por los minerales de tierras raras, regiones del mundo como África o América Latina quedan relegadas a simples suministradores de estas tierras sin obtener nada a cambio. Estos países, pese a tener recursos, no se desarrollan porque no llegan a conquistar los siguientes escalones de la cadena de valor. Se limitan a exportar sus recursos y esto, recuerda el analista, “con niveles bajos de gobernabilidad, puede dar lugar a corrupción y a que los ingresos generados por la venta de estos recursos acaben concentrados en pocas manos”.
“Es una nueva colonización”, sostiene Chomón. China repite en estos países el esquema de “proveer de infraestructuras críticas a los países, dar líneas de créditos sin que haya un estudio de viabilidad de que ese crédito se pueda devolver, y a cambio tener acceso a minerales”. Allí los extrae o los compra para llevarlos a su territorio donde hace el refinado. Por eso su control es casi total. Pekín posee un 40% de las reservas de tierras raras, pero sumando las que adquiere en el resto del mundo, tiene más del 80% de tierras raras procesadas, una cifra que se eleva al 95% en el caso de los metales de tierras pesadas. Mientras tanto, Occidente sigue empezando a reaccionar, y debe hacerlo con distintas reglas.
