El repunte sostenido del precio del cobre beneficia las finanzas chilenas, pero expone riesgos estructurales por su alta dependencia minera.
Factores clave tras el alza del cobre
El reciente aumento del precio del cobre responde a una combinación de factores estructurales y coyunturales. Según Ángel Rubilar, analista de mercados de Capital.com, la ascendente cotización del “metal rojo” obedece a tres elementos principales que configuran una “tormenta perfecta” en el mercado global. Uno de estos factores es la creciente demanda estructural asociada a la electrificación y la transición energética global, que utiliza cobre en vehículos eléctricos, redes inteligentes de transmisión y proyectos de energías renovables. Cada componente eléctrico adicional eleva la presión sobre la demanda de este mineral.
En contraste, la oferta ha reaccionado de manera más rígida. Problemas como la baja ley del mineral en yacimientos claves, conflictos laborales y exigencias ambientales han limitado la capacidad de producción. Chile, como mayor productor mundial de cobre, también enfrenta estos desafíos en sus faenas mineras. A este panorama se suma la debilidad del dólar, que abarata la adquisición de commodities para operadores con otras divisas, incentivando el interés por este recurso e impulsando su precio.
Impacto en la economía chilena
La escalada en los precios del cobre ha traído beneficios concretos para Chile, gracias a su rol como líder en la producción de este mineral. De acuerdo con el análisis de Rubilar, estos beneficios incluyen una mayor recaudación fiscal, derivada de impuestos específicos a la minería y el incremento de las utilidades de Codelco. Estos ingresos adicionales permiten al gobierno chileno aumentar su capacidad de financiamiento para políticas públicas sin acrecentar significativamente la deuda pública.
Otro aspecto positivo es la dinamización de la economía a través de nuevos proyectos relacionados con la minería y la extensión de la vida útil de los yacimientos existentes. Esto genera empleo, promueve la inversión privada y fortalece sectores complementarios como la construcción y los servicios industriales. Sin embargo, también surgen riesgos macroeconómicos como la posible apreciación del peso chileno, que podría encarecer las exportaciones de otros productos y restar competitividad en mercados internacionales.
Desafíos para la diversificación económica
El fuerte enfoque en el cobre como motor económico evidencia la vulnerabilidad de Chile ante una potencial caída en sus precios internacionales. Factores externos, como la desaceleración del crecimiento en China o avances en tecnologías alternativas, podrían afectar significativamente las finanzas nacionales. Además, el fenómeno conocido como “efecto holandés” podría debilitar otros sectores exportadores chilenos, como el vino, los alimentos procesados y la manufactura, al perder competitividad en el mercado global debido a un peso chileno más fuerte.
Rubilar destaca que esta bonanza es una oportunidad crucial para reinvertir los excedentes del cobre en áreas estratégicas como educación, tecnología e infraestructura no relacionada con el sector minero. Esto permitiría al país consolidar un modelo económico más sostenible y menos dependiente de la volatilidad de los ciclos mineros. No obstante, la decisión final recae en las políticas públicas y la capacidad de planificación a largo plazo, determinando si Chile transformará esta coyuntura en desarrollo humano sostenible o permanecerá atrapado en su dependencia del “metal rojo”.