Un científico español estudia la corteza terrestre y se da cuenta de que la península ibérica gira en la dirección de las agujas del reloj

El fenómeno se debe a la interacción de la placa euroasiática y la africana. Al parecer, ambas convergen a un ritmo de entre 4 y 6 milímetros al año

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Científicos españoles especializados en geodinámica han identificado un comportamiento sostenido en la corteza terrestre de la península ibérica: el territorio experimenta un giro lento en el sentido de las agujas del reloj, un fenómeno vinculado directamente a la interacción prolongada entre la placa euroasiática y la placa africana, según datos sísmicos y satelitales recientes.

El análisis ha sido liderado por Asier Madarieta, investigador del grupo HGI de la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (EHU), y se centra en los procesos de compresión y deformación que se producen en una de las zonas tectónicamente más complejas del Mediterráneo occidental, donde la frontera entre placas resulta especialmente difusa.

Tal y como explica el propio Madarieta, «la placa eurásica y la africana convergen a un ritmo de 4–6 mm al año«. Mientras que esta frontera es clara en regiones como el océano Atlántico o el norte de África, al sur de Iberia adopta una configuración irregular, marcada por múltiples estructuras activas y una distribución compleja de los esfuerzos tectónicos.

El papel clave del arco de Gibraltar

Uno de los elementos centrales del estudio es el dominio de Alborán, una región que condiciona de forma decisiva la geometría de la frontera entre Eurasia y África. Su desplazamiento hacia el oeste ha favorecido la formación del arco activo de Gibraltar, que conecta la cordillera Bética con el Rif norteafricano y actúa como un amortiguador tectónico.

«Los nuevos datos confirman que la península ibérica está girando en el sentido de las agujas del reloj», señala Madarieta. Según detalla, al este del estrecho de Gibraltar, la deformación asociada a la colisión entre placas queda absorbida por la propia corteza del arco, mientras que al oeste se produce un contacto más directo que facilita la transmisión de esfuerzos hacia el suroeste peninsular.

Para llegar a estas conclusiones, el equipo ha combinado el estudio de los campos de esfuerzo, obtenidos a partir de terremotos registrados en las últimas décadas, con los campos de deformación superficial derivados de observaciones satelitales de alta precisión, una integración clave para interpretar cómo responde la superficie terrestre a las tensiones profundas.

Los resultados permiten además acotar las zonas donde podrían localizarse fallas activas, estructuras capaces de generar terremotos. Esta información es fundamental para proyectos como la QAFI, la base de datos de fallas cuaternarias de Iberia, aún incompleta en áreas como el oeste de los Pirineos o el sector occidental del arco de Gibraltar, donde serán necesarios estudios geológicos y geofísicos más detallados.

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