Uno de los mayores fracasos de la historia: Cómo quemaron más de US$ 1000 millones en un desierto

5 Minutos de Lectura

Imagina una idea que parece sacada de una película de ciencia ficción: construir una instalación gigante en el desierto, capaz de concentrar el sol para guardar energía y alimentar a miles de hogares sin parar. Hace poco más de una década, la ambición detrás de este proyecto era enorme, y el objetivo era construir la planta de energía limpia más innovadora y grande del mundo, sin embargo, como ya hemos visto en otras ocasiones, no todas las ideas están destinadas al éxito y en este caso, nada salió como esperaban. Veamos qué sucedió.

Un proyecto y una decepción

Un gran proyecto se anunció alrededor del año 2011, respaldado por el gobierno de Estados Unidos y magnates muy famosos como Warren Buffet. Todos creían ciegamente que esta instalación sería el gran ejemplo de la innovación energética del futuro. Se construyó en una zona desolada del país y recibió una inversión de más de 1000 millones de dólares.

Pero, a pesar de toda esa inyección de dinero y la promesa de tecnología avanzada, el sueño se convirtió en una pesadilla. Una serie de fallos técnicos, fugas peligrosas y problemas de gestión hicieron que la planta nunca lograra cumplir lo que prometía. Lamentablemente para el año 2018, apenas generaba la mitad de la energía esperada, y la dura realidad la alcanzó.

Esta planta fallida se llama Crescent Dunes y se levantó en Tonopah, Nevada. Su fracaso se debió a que dependía de una tecnología muy costosa y compleja llamada energía termosolar con sales fundidas, la cual fue declarada obsoleta apenas unos años después por la simple llegada de los paneles solares fotovoltaicos, que resultaron ser mucho más baratos y sencillos.

La idea de las sales fundidas en el desierto

Resulta que el concepto detrás de Crescent Dunes era complicado, pero prometía maravillas. La instalación tenía cerca de 10 347 espejos gigantes colocados en círculos a lo largo de tres kilómetros. Estos espejos perseguían el sol y dirigían la luz a una torre central de 200 metros de altura. Era una idea tan curiosa como extraer energía de un lugar imposible.

En la cima de la torre, el calor extremo se usaba para calentar sales fundidas (sí, sal, pero derretida a altísimas temperaturas). La idea era que estas sales guardaran el calor como si fuera una batería. Por la noche, o cuando el sol se iba, ese calor almacenado generaba vapor para impulsar una turbina y producir electricidad, así la planta podía funcionar 24 horas al día.

Demasiado cara y demasiado tarde

Terminaron de construir la planta en 2013, sin embargo no pudo empezar a funcionar hasta 2015 y fue ahí cuando comenzó el desastre. En 2016, hubo una fuga terrible en uno de los tanques donde guardaban la sal derretida, lo que la dejó fuera de servicio por casi un año. La planta nunca pudo producir la cantidad de energía que había prometido, y eso terminó en una demanda legal por no cumplir el contrato.

Pero el problema más grande fue el dinero, pues mantener esa tecnología tan complicada funcionando era carísimo. Producir una unidad de energía costaba unos 135 dólares. Imagínate, para 2015, justo cuando Crescent Dunes por fin empezaba a operar, la energía que producían los paneles solares normales ya costaba solo 30 dólares, al final, no había por donde perderse.

Finalmente, en abril de 2019, Crescent Dunes tuvo que cerrar sus puertas. Para 2020, se declaró en bancarrota y el gobierno la tomó. Las empresas empezaron a pelear en la corte para ver quién tenía la culpa, señalando que el diseño de los tanques estaba mal hecho. Hoy, esa promesa de más de mil millones de dólares solo se ve como una mancha curiosa en el desierto para los que pasan en avión.

El caso de Crescent Dunes nos enseña que la innovación no siempre gana si es demasiado cara o difícil de manejar. Aunque querían darnos energía limpia y constante, los derrotó una tecnología mucho más simple y barata: los paneles solares que conocemos. Es una lección muy costosa sobre cómo se pueden quemar mil millones de dólares en el desierto, no por falta de sol, sino por falta de tener números que funcionen. Pero mientras esa idea fue un fracaso, otros están apostando por unos experimentos muy extraños.

Compartir este Artículo