Rodrigo Paz, presidente electo de Bolivia, planea revisar contratos de litio con China y Rusia para impulsar el sector energético.
Revisión de contratos y realineamiento geopolítico
El futuro gobierno de Rodrigo Paz analizará los contratos de litio suscritos con las compañías Contemporary Amperex Technology Co. Ltd. (CATL) de China y Uranium One de Rusia. Estos acuerdos fueron establecidos bajo el mandato del presidente saliente, Luis Arce, específicamente para implementar tecnologías de extracción directa de litio (DLE) en los salares del altiplano, pero hasta ahora no han alcanzado una etapa de producción comercial. “Si hay algo positivo, se retomará, pero creemos que esos contratos se firmaron a espaldas de las regiones y del país”, declaró José Luis Lupo, asesor económico de Paz, en declaraciones a Bloomberg News.
Esta estrategia de revisión coincide con un claro interés del nuevo mandatario por reforzar las relaciones diplomáticas y económicas con Estados Unidos, en un intento por atraer tecnología e inversiones occidentales que permitan acelerar la industrialización del litio. El objetivo es posicionar a Bolivia en el competitivo mercado internacional de este mineral clave para la transición energética global.
Potencial inmenso, resultados limitados
Bolivia tiene las mayores reservas de litio del mundo, superiores incluso a las de Chile, pero su contribución al mercado mundial sigue siendo mínima. La estatal Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) proyecta alcanzar solo 3.500 toneladas de producción en 2025, cifra que contrasta con una capacidad instalada de 15.000 toneladas y el volumen significativamente mayor que produce Chile, cercano a las 300.000 toneladas anuales.
A las complicaciones generadas por las bajas tasas de producción, se suman los problemas logísticos y técnicos. Los altos niveles de magnesio en los salares bolivianos aumentan los costos de producción, y la ausencia de una salida directa al mar obliga a transportar los productos más de 480 kilómetros hacia puertos chilenos. En defensa de su administración, el presidente saliente, Luis Arce, destacó los avances logrados en la tecnología DLE y sostuvo que retroceder implicaría altos costos: “Empezar desde cero tendría un costo enorme” y podría hacer que el país “pierda el tren” en un mercado muy dinámico.
Contexto desafiante y precios en descenso
El panorama actual del mercado del litio presenta desafíos adicionales. Desde el año pasado, los precios han caído más de un 80% tras haber alcanzado picos históricos en 2022, debido a un aumento en la oferta global y la adopción de tecnologías de baterías alternativas que podrían reducir la demanda. Ante este escenario, Andrés Brockmann, fundador de la consultora AquaLitos, urgió al próximo gobierno a aprovechar los progresos hechos: “La ventana de oportunidad está a punto de cerrarse. Si no actuamos rápido, tendremos una muy buena ley en un muy mal momento”.
Brockmann propone conservar los modelos de contratos de servicios y realizar ajustes regulatorios para eliminar demoras legislativas, evitando agudizar la incertidumbre que ya frena el potencial inversionista en Bolivia.
Reto de generar confianza internacional
Bolivia afronta el desafío de revertir décadas de inestabilidad política y dudas respecto a su compromiso con la inversión extranjera. Federico Gay, analista de Benchmark Mineral Intelligence, expresó que estas dificultades siguen perjudicando la reputación del país y limitan su atractivo para el capital internacional: “Bolivia tiene una reputación frágil frente a la inversión extranjera. Aunque haya reformas, no veo una producción significativa antes de finales de la década”.
El gobierno de Rodrigo Paz deberá equilibrar soberanía nacional, transparencia en los contratos y atraer inversión extranjera en un entorno global competitivo. Si logra cumplir este equilibrio, Bolivia podría finalmente ser parte activa de la transición energética. Sin embargo, el tiempo para consolidar su posición en el mercado del litio parece ser cada vez más limitado.

