El país podría volver al top 20 de productores globales gracias a la puesta en marcha de Salares Norte y a un contexto internacional marcado por precios récord del metal amarillo.
La reciente inauguración de Salares Norte, el mayor proyecto aurífero desarrollado en Chile en más de una década, marca un punto de inflexión para la minería nacional. Justo cuando el oro alcanza valores históricos en torno a los US$ 4.000 la onza, el país podría recuperar el sitial que alguna vez tuvo entre los veinte principales productores del mundo.
El 20 de octubre, la cotización del oro tocó un máximo intradía de US$ 4.377,9 la onza, una cifra nunca antes vista. Aunque el cierre oficial en la Bolsa de Metales de Londres se situó en US$ 4.338,25, la tendencia confirma una escalada que comenzó a fines de 2022 y que hoy ha reavivado la denominada “fiebre del oro” a nivel global.
Un impulso desde la alta cordillera
La mina Salares Norte, ubicada a 4.000 metros de altura en la Región de Atacama y operada por la sudafricana Gold Fields, es el primer proyecto greenfield aurífero chileno en más de diez años. Su entrada en operación aportará unas 375 mil onzas anuales (equivalentes a 10.600 kilos), lo que podría elevar en 25 % la producción nacional y devolver a Chile al grupo de los veinte productores más importantes del planeta.
En los años noventa, el país llegó a disputar posiciones dentro del top 10 de productores. En 1993 ocupó el duodécimo lugar y aún en 2016 se mantenía decimonoveno. Sin embargo, el rezago de sus yacimientos, la falta de nuevos proyectos y la priorización del cobre y el litio relegaron al oro a un papel secundario.
Según el World Gold Council, en 2024 el mundo produjo 3.661 toneladas de oro. Los líderes fueron China, Rusia, Australia, Canadá y Estados Unidos. En América Latina, México y Perú ocupan posiciones destacadas, mientras que Chile —con 35.684 kilos anuales— representa apenas 1,1 % del total global. No obstante, posee 6 % de las reservas mundiales, según recordó el presidente de Gold Fields, Yunus Suleman, durante la inauguración del yacimiento.
Las causas del rezago chileno
La declinación de la producción aurífera nacional tiene raíces estructurales. “Los yacimientos están maduros y con menor ley de mineral”, explica Patricio Faúndez, practice leader de Economía en GEM Mining Consulting. A ello se suman altos costos operacionales, trabas en los permisos ambientales y un entorno de inversión que históricamente ha privilegiado al cobre y, más recientemente, al litio.
En la actualidad, el 72 % del oro chileno proviene como subproducto de minas cupríferas, mientras solo el 28 % procede de faenas dedicadas exclusivamente al metal dorado. En 1995, esa proporción era inversa. Además, la exploración aurífera cayó drásticamente: si en los años noventa concentraba la mitad de la inversión exploratoria, en los 2000 el cobre absorbió cerca del 80 %.
El precio del oro en una escalada sin precedentes
La expresión “fiebre del oro” vuelve a tener sentido. El valor del metal se ha multiplicado por más de tres en los últimos quince años y por nueve veces en las dos últimas décadas, superando con creces las alzas registradas en 1980 y 2011.
Instituciones financieras como JP Morgan, Morgan Stanley y Goldman Sachs coinciden en prever nuevos máximos. El primero estima que el oro promediará US$ 5.055 la onza en 2026, impulsado por la desaceleración global y las compras récord de los bancos centrales, que han adquirido alrededor de 1.000 toneladas anuales en los últimos tres años. Morgan Stanley proyecta US$ 4.500 a mediados de 2026, mientras Goldman Sachs sitúa el metal en US$ 4.900 hacia fines de ese mismo año.
El impulso proviene del rol del oro como activo refugio frente a la inestabilidad económica y a la depreciación del dólar. Las tensiones comerciales derivadas de las políticas arancelarias de Estados Unidos también han fortalecido su atractivo.
El mapa aurífero nacional
A diferencia del cobre, el oro chileno se extrae desde el extremo norte hasta la Patagonia. En la Región Metropolitana, la mina Florida, en Alhué, produce cerca de 33 mil onzas anuales bajo la operación de la canadiense Pan American Silver. La misma compañía explota El Peñón, en Antofagasta, que antes de Salares Norte era la mayor faena aurífera del país y acumula más de 126 mil kilos producidos desde 1999.
En Atacama, el cinturón metalogénico de Maricunga concentra los proyectos más prometedores. Kinross, Rio2, Kingsgate y Altair avanzan en iniciativas que podrían transformar nuevamente a Chile en un polo aurífero de relevancia regional. Más al sur, en Aysén, la mina Cerro Bayo —actualmente en conservación— ha entregado 650 mil onzas desde su apertura.
Perspectivas doradas
El renacimiento del oro chileno coincide con un momento clave para la diversificación minera. Si bien el país sigue apostando por el cobre y el litio como motores de la transición energética, el repunte del oro ofrece una oportunidad de ampliar la matriz extractiva y atraer inversión hacia nuevos territorios.
“La tendencia alcista parece estructural”, sostienen los analistas. En ese contexto, Chile se encuentra ante la nueva fiebre del oro global, una coyuntura que podría devolver brillo a un recurso históricamente relegado, pero que hoy vuelve a relucir con fuerza en los mercados internacionales.

