El precio del metal supera los US$3.600 la onza y la actividad irregular comienza a hacerse notar en distintas regiones.
Un refugio en tiempos inciertos
El oro está viviendo uno de sus momentos más intensos en los últimos años. Solo en 2025 acumula un alza cercana al 37%, impulsado por la incertidumbre global, la tensión geopolítica y las expectativas de recortes en las tasas de interés de la Reserva Federal. Los bancos centrales han aumentado sus compras y los inversionistas lo buscan como refugio seguro.
Hoy la onza supera los US$3.600, y algunos analistas como Goldman Sachs incluso proyectan que podría alcanzar los US$5.000 a mediados de 2026, si la inflación y la independencia de la Fed se convierten en problemas más serios.
El impacto en Chile
El escenario también golpea a nuestro país. Iván Mlynarz, vicepresidente ejecutivo de Enami, reconoció al Diario Financiero que hay “niveles preocupantes de informalidad” en la minería aurífera. Desde asociaciones mineras de Atacama, Punitaqui e Illapel coinciden en que con el precio al alza, aumentó la actividad irregular, lo que ha traído consigo más riesgos.
Uno de los peligros más mencionados es la reactivación de antiguos piques, con el uso de explosivos de dudosa procedencia. La situación ya ha cobrado vidas: en febrero de este año tres mineros fallecieron en Copiapó tras un derrumbe en una faena sin autorización.
Un problema en crecimiento
Los dirigentes mineros también apuntan a que la informalidad se agudizó con cambios normativos. En 2017, Chile suscribió el convenio Minamata, que prohibió el uso de mercurio para recuperar oro, pero no se generaron alternativas de reconversión ni apoyo a los pequeños productores.
Para voces del sector, se ha perdido la oportunidad de incentivar una minería legal que aproveche los precios históricos. Mientras tanto, el avance de la minería informal ya empieza a dejar huella en distintas zonas mineras del país.