Mercado del cobre enfrenta un 2026 marcado por volatilidad, tensiones de oferta y riesgos arancelarios

Por:
Cristian Recabarren Ortiz
Editor Senior Revista Digital Minera
Fundador y Editor de Revista Digital Minera, Ingeniero de Minas apasionado por la Tecnología e Innovación.
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Tras un año récord, el metal rojo se adentra en un escenario frágil donde confluyen restricciones estructurales, distorsiones comerciales y una demanda global en transformación.

El extraordinario desempeño del cobre en 2025 —con un alza cercana al 40% y precios que superaron los US$ 11.800 por tonelada en la Bolsa de Metales de Londres— ha dejado al mercado en una posición ajustada, pero vulnerable, de cara a 2026. El fuerte rally, el mayor desde 2009, ha sido impulsado tanto por disrupciones reales en la oferta como por factores financieros y geopolíticos que podrían intensificar la volatilidad en los próximos meses.

Uno de los elementos más relevantes ha sido el desvío masivo de cobre hacia Estados Unidos ante la eventual imposición de aranceles de hasta 15% por parte de la administración de Donald Trump. Según estimaciones de Benchmark Minerals, entre 730 mil y 830 mil toneladas se encontraban “económicamente atrapadas” en ese país hacia octubre, inflando inventarios en la CME y estrechando la disponibilidad en el resto del mundo. Esta dinámica ha presionado las primas regionales y ha alterado los flujos tradicionales del comercio del metal.

Desde el lado de la oferta, 2025 estuvo marcado por interrupciones prolongadas en yacimientos clave como Grasberg, en Indonesia; Kamoa-Kakula, en la República Democrática del Congo; y El Teniente, en Chile. En varios casos, la recuperación plena de la producción no se espera antes de 2027. A ello se suman menores leyes de mineral, complejidades geológicas y lentas rampas operativas en otras faenas relevantes, lo que ha tensionado el suministro de concentrados y afectado a las fundiciones.

En contraste, la demanda muestra un comportamiento más dispar. Si bien las perspectivas de largo plazo siguen siendo sólidas —impulsadas por la electromovilidad, la expansión de redes eléctricas, los centros de datos y la transición energética—, el consumo efectivo de corto plazo ha sido más débil, especialmente en China, donde la construcción y parte de la manufactura continúan rezagadas. En este contexto, algunos consumidores han recurrido a la sustitución por aluminio y a un mayor uso de chatarra, actuando como válvulas de ajuste ante precios elevados.

Las proyecciones estructurales, sin embargo, mantienen un sesgo alcista. BloombergNEF advierte que la demanda de cobre asociada a la transición energética podría triplicarse hacia 2045 y que el mercado podría entrar en un déficit estructural ya en 2026. Sin una aceleración significativa en nuevas inversiones mineras y en reciclaje, el déficit acumulado podría alcanzar hasta 19 millones de toneladas en 2050.

Así, el precio del cobre se consolida como un termómetro clave de la economía global, pero también como un mercado expuesto a shocks repentinos. Aranceles, política comercial, estímulos chinos y nuevas interrupciones productivas serán variables determinantes en 2026. El mercado del cobre enfrenta un equilibrio frágil entre fundamentos de largo plazo positivos y una realidad de corto plazo altamente volátil.

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