Chile sumará 700 mil toneladas de cobre y 50 mil de hidróxido de litio hacia 2026

Para 2030, Chile proyecta aumentar más de 30% su producción de cobre y duplicar la capacidad de litio, consolidando su liderazgo en la transición energética global.

Chile sumará 700 mil toneladas de cobre y 50 mil de hidróxido de litio hacia 2026

El mapa minero de Chile se prepara para un nuevo ciclo de inversiones y transformaciones. No se trata solo de más cobre o litio, sino de un ecosistema de proyectos que impactará directamente en las regiones donde se concentra la actividad. Desde Antofagasta hasta O’Higgins, cada territorio tiene un papel en la ruta hacia 2030.

Antofagasta: epicentro del cobre y el litio

La Región de Antofagasta seguirá siendo el corazón de la minería chilena. Aquí se concentran gigantes como Escondida, Spence, Sierra Gorda y Centinela, además de las operaciones de SQM y Albemarle en el Salar de Atacama.

Atacama: el salto con el litio y proyectos nuevos

En la Región de Atacama, ENAMI y su alianza internacional marcan un hito con los Salares Altoandinos, que buscan abrir un nuevo frente en la producción de litio. Esta región también recibirá inversiones en proyectos de cobre medianos y exploraciones avanzadas, lo que le permitirá diversificar su matriz productiva.

La demanda de infraestructura hídrica y eléctrica crecerá en paralelo, impulsando empleo en comunas como Copiapó, Diego de Almagro y Chañaral.

Coquimbo: Los Pelambres y la transición hídrica

La Región de Coquimbo será protagonista por la ampliación de la desaladora de Los Pelambres, que reducirá la presión sobre fuentes continentales y permitirá extender la vida útil de la operación hasta 2051. El proyecto traerá beneficios a comunidades del Choapa, donde programas de desarrollo local ya comienzan a generar empleabilidad y oportunidades en agricultura y servicios.

La infraestructura hídrica en esta región podría convertirse en un modelo replicable en otras zonas mineras del país.

Valparaíso: Rajo Inca y nuevas inversiones

El proyecto Rajo Inca, que moderniza la División Salvador de Codelco, se encuentra en la Región de Atacama(provincia de Chañaral, límite norte), y es clave para revitalizar una zona con larga tradición minera pero que había perdido dinamismo. Su desarrollo traerá inversión y empleos en localidades como Diego de Almagro y El Salvador.

O’Higgins y la Región Metropolitana: el peso de El Teniente

El Teniente, en la Región de O’Higgins, sigue siendo uno de los proyectos estructurales de Codelco con mayor proyección. La ampliación de infraestructura subterránea asegurará décadas de producción, beneficiando no solo a Rancagua, sino también a proveedores instalados en la Región Metropolitana.

Las obras en túneles, ventilación y tecnología minera subterránea atraerán servicios especializados que podrían transformar a esta zona en un polo de innovación en minería subterránea a nivel global.

Biobío y La Araucanía: CAP y el acero verde

Aunque el foco está en el norte, el sur también tiene oportunidades. En la Región del Biobío, la compañía CAP busca dar un nuevo impulso con Huachipato 2.0, que apunta a un acero más limpio y competitivo. La cadena de valor se expandirá hacia servicios industriales, logística portuaria y manufactura avanzada, con impacto también en regiones cercanas como La Araucanía.

Zonas beneficiadas indirectamente

El impacto de la minería no se limitará a las regiones productoras:

  • Tarapacá se fortalecerá como nodo logístico por su infraestructura portuaria en Iquique y Patache.
  • Región Metropolitana consolidará su rol como centro de servicios financieros, tecnológicos y de ingeniería para toda la industria.
  • Maule y Ñuble podrían captar parte de la demanda agrícola indirecta que se beneficia de la expansión de fertilizantes y productos químicos especializados producidos en Chile.

Una transformación territorial

El futuro de la minería en Chile no solo será medido en toneladas de cobre o litio, sino en cómo cada región capitaliza la inversión para diversificar su economía. Antofagasta y Atacama serán los grandes motores; Coquimbo y O’Higgins reforzarán su papel histórico; y Biobío se reinventará con la siderurgia verde.

El desafío está en conectar esos polos productivos con cadenas de valor regionales: infraestructura, servicios, innovación tecnológica y capital humano. Allí es donde la minería puede convertirse en el catalizador de un desarrollo más equilibrado y sostenible en todo el país.

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