Recientemente en una conversación con Paula ex-estudiante de Ingeniería de Minería de la Pontificia Universidad católica me expone su preocupación acerca de las pocas referentes que tenemos en nuestra área y lo importante que es esto si queremos tener más niñas en carreras STEM. Les invito a leer su reflexión:
Mi nombre es Paula Santander Rojas y recientemente obtuve el grado de Magister en Ciencias de la Ingeniería con la investigación “Evolución del daño inducido por esfuerzos y la anisotropía previa a la falla de la roca en las principales litologías de la mina El Teniente, Chile Central”. Al comenzar mi trabajo, hubo algo que me llamó profundamente la atención: cuando uno lee un artículo científico, rara vez logra ver la persona detrás de la investigación. La imagen inmediata suele ser la de un hombre de cabello canoso, en una posición de Seguridad y poder. Pero ¿cuándo nos imaginamos a una mujer detrás de esos descubrimientos?
Existen referentes históricos como Marie Curie, y minería Podemos destacar a Lilian Velásquez o Irene del Real, ambas mujeres notables en Ciencia. Sin embargo, siguen siendo excepciones. Durante mi pasantía en la Universidad de Portsmouth, en Reino Unido, la profesora Carmen Solana, destacada vulcanóloga, me recibió en su laboratorio y me hizo un comentario que me marcó: de todo el grupo de investigación internacional que había llegado, yo era la única mujer. Ese momento fue un punto de inflexión para cuestionar con más fuerza la poca presencia femenina en la ciencia, especialmente en las áreas vinculadas a la minería y la geociencia.
Intenté buscar referentes femeninos en mi área de investigación. Pregunté a mi profesor guía y a mis pares si conocían alguna. La respuesta fue que no lograban recordar nombres, aunque coincidían en que “cada vez hay más” y no dudo que sea así, pero la dificultad para identificar mujeres referentes también refleja un problema estructural: simplemente no se nos visibiliza.
La evidencia está en mis propias referencias académicas. Al terminar mi tesis y artículo científico, revise las 66 citas utilizadas. De ellas, solo tres correspondían a autoras mujeres, es decir, apenas un 4,5%. Además, fue difícil identificarlo, porque en la mayoría de los de los papers solo aparecen las iniciales y el apellido, invisibilizando aún más la autoría femenina. Si lo pensamos, es casi una ironía histórica: hasta hace pocos siglos, las mujeres ni siquiera éramos dueñas de nuestro apellido, sino consideradas “propiedad de”.
La ciencia necesita ser un reflejo de la diversidad de miradas, experiencias y talentos. Sin embargo, las mujeres seguimos enfrentando una doble carga: abrirnos paso en espacios tradicionalmente masculinizados y, al mismo tiempo, luchar para que nuestras contribuciones no queden relegadas al pie de página. La falta de visibilidad no es solo un problema simbólico; tiene consecuencias concretas en cómo se construye el conocimiento, qué preguntas se consideran relevantes y qué problemáticas se priorizan.
Hoy más que nunca, necesitamos reconocer, citar y dar espacio a las mujeres que hacen ciencia. Porque no se trata solo de ocupar un lugar en los laboratorios o en las publicaciones: se trata de cambiar la imagen mental colectiva de “quién es un científico”. La ciencia también tiene rostro de mujer, y es responsabilidad de todos y todas asegurarnos de que esa imagen deje de ser una excepción y pase a ser parte de la norma.

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