Leonardo Fabricio Padilla Solis – Embajador IPE de Lambayeque
Durante los primeros siete meses de 2025, Cajamarca volvió a ocupar un lugar destacado en la minería nacional. Sin embargo, este repunte no refleja un cambio estructural, sino más bien un rebote temporal tras el reinicio de operaciones de Yanacocha y Gold Fields La Cima. Juntas, estas minas concentraron cerca del 57% de la producción regional de oro entre enero y julio de 2025, según el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP).
Aunque la recuperación de la producción es positiva, Cajamarca sigue rezagada en la ejecución de los recursos públicos que genera la actividad. De los más de S/ 8.300 millones transferidos por canon y regalías mineras a gobiernos regionales y locales en el primer semestre del año, la región apenas logró desplegar el 41%, ubicándose nuevamente entre las de menor ejecución en inversión pública, según datos del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF).
Hacia adelante, Cajamarca sigue sin poder aprovechar su potencial: mientras dos minas activas sostienen más de la mitad de la producción regional, el resto del portafolio minero en cartera lleva más de una década paralizado. Proyectos emblemáticos como Conga, Michiquillay, Galeno y La Granja permanecen detenidos por conflictos sociales, falta de infraestructura y trabas institucionales, de acuerdo con el Ministerio de Energía y Minas (MINEM). A esta problemática se le sumaría la minería ilegal, según el IPE. Si estos proyectos se activaran, Cajamarca podría recibir hasta S/ 2.242 millones anuales en canon, casi tres veces más que en la actualidad, según Jorge Montero, ex ministro de Energía y Minas.
Sin embargo, la falta de ejecución y visión de largo plazo ha impedido que la bonanza minera se traduzca en desarrollo. Los indicadores de pobreza, productividad y servicios básicos siguen entre los más bajos del país, lo que revela una desconexión persistente entre la extracción y el bienestar local.
La historia parece repetirse. Cada auge minero encuentra a la región sin preparación institucional ni estrategia para sostener su crecimiento. Y mientras los precios internacionales del cobre y del oro siguen ofreciendo un escenario favorable, Cajamarca corre el riesgo de desperdiciar otro ciclo más.
Traducir el impacto económico y fiscal de la minera requiere de una mejor ejecución del presupuesto y un entorno que permita destrabar inversiones. De lo contrario, el repunte de 2025 será apenas un espejismo en una historia que ya acumula dos décadas de promesas incumplidas para la minería cajamarquina.
