Un año sin Huachipato: excontratistas avanzan en su reconversión

Representantes de firmas relatan cómo pasaron del colapso a nuevas oportunidades.

El 2024 quedará marcado en la memoria económica del Biobío como el año en que Huachipato, la histórica siderúrgica de Talcahuano, cerró sus puertas dejando tras de sí un vacío productivo y laboral. La noticia impactó de lleno en empresas contratistas y proveedoras, muchas de ellas con décadas de experiencia ligadas al acero y que, de un día para otro, se quedaron sin su principal cliente.

La urgencia de sostener empleos y evitar un colapso en cadena llevó al Gobierno y a entidades regionales a poner en marcha el Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío, que movilizó recursos por más de $4.459 millones. La estrategia combinó subsidios laborales, apoyos financieros, programas de inversión y asesorías técnicas, con el propósito de dar un respiro a las pymes y abrirles la posibilidad de diversificar clientes.

Una red de apoyo en medio de la tormenta

El gerente del Centro de la Industria 4.0 de la Universidad de Concepción, Benjamín Germany, reconoce que el escenario inicial fue dramático. “Había empresas que perdieron el 100% de su facturación, otras la mitad y algunas un porcentaje menor, pero aun así suficiente para complicar su operación. Era un golpe financiero muy fuerte, porque muchas de estas firmas manejaban facturaciones altas y tenían compromisos con proveedores y trabajadores”.

El rol del Centro fue clave: desplegar equipos en terreno para acompañar a cada empresa, entender su rubro, sus servicios y sus capacidades. “Nuestro trabajo se enfocó en categorizar dónde estaban las oportunidades comerciales, ayudar a ordenar procesos internos e incorporar herramientas digitales. A eso sumamos más de 140 reuniones entre pymes y grandes compañías, para vincular directamente la oferta con la demanda”, explica Germany.

La magnitud del despliegue queda reflejada en las cifras: 200 asistencias técnicas personalizadas, 59 proyectos de inversión adjudicados (con montos de hasta $35 millones por empresa), diagnósticos completos para 91 compañías y asesorías que abarcaron áreas financieras, legales, tecnológicas y de marketing.

OISE: del acero al hidrógeno verde

Eduardo Osorio, fundador de OISE Ltda., una empresa de ingeniería y montajes eléctricos, reconoce que el cierre de Huachipato le arrebató un 35% de su facturación mensual. Sin embargo, decidió enfrentar la crisis participando en la mayor cantidad de instancias del plan.

“El subsidio de retención laboral nos permitió mantener a 18 trabajadores. Con los recursos de Corfo destinamos $35 millones a diversificar nuestra oferta hacia distribuidores eléctricos. Además, tomamos capacitaciones en modelos de negocios, inteligencia artificial y licitaciones. Eso nos dio una nueva manera de trabajar, más profesionalizada”, relata.

El camino de reconversión también incluyó mirar a sectores emergentes. “Postulamos a un proyecto de Corfo para certificarnos bajo la trinorma ISO, pensando en insertarnos en la minería. Y conseguimos que dos de nuestros ingenieros cursaran diplomados en hidrógeno verde, porque entendemos que ese es parte del presente y futuro de la industria regional”.

IMESA: sobrevivir a la incertidumbre

En Maestranza IMESA, la dependencia era aún mayor: el 95% de sus ingresos venía de Huachipato. “Cuando facturamos el último trabajo en diciembre, quedamos en pura incertidumbre”, recuerda Pablo Arellano, gerente de Operaciones. La empresa, con más de 20 años de vínculo con la siderúrgica, tuvo que reducir su personal y sostenerse con algunos contratos del sector pesquero.

“El plan fue fundamental. Partimos con capacitaciones para el personal, pero lo más relevante fue la vinculación con grandes empresas. Gracias a esas ruedas de negocios pudimos llegar a ENAP, Asmar y Orizon, algo que antes era casi imposible. Ya hemos concretado algunos trabajos y pudimos recontratar a tres personas. No es lo mismo que antes, pero nos permitió mantenernos vivos”, explica.

Arellano advierte, sin embargo, que el mercado está más competitivo que nunca: “Con el cierre de Huachipato muchas maestranzas quedaron en la misma situación. Hoy hay más oferta para la misma demanda y eso presiona los precios hacia abajo”.

DYG: contención y alianzas

Para Ingeniería y Servicios DYG Spa, el golpe fue devastador: Huachipato representaba el 85% de su facturación. Su gerente, Domingo Díaz, confiesa que “levantar la empresa en tan poco tiempo fue muy difícil. El plan nos dio herramientas técnicas y nos acercó a gremios, lo que fue tremendamente beneficioso. Pero sentimos que el tiempo fue corto, habría sido clave extender este acompañamiento”.

La adversidad, sin embargo, abrió nuevas alianzas. “Nos permitió trabajar junto a otras empresas que estaban en la misma situación, como JGA, REAM, F&F Biobío, Vector Ingenieros y Presermec. Entre todas buscamos complementar capacidades y responder a proyectos más grandes”, añade.

Termoval: modernizar desde lo básico

En Termoval, una ferretería industrial familiar con 36 años de trayectoria, el proceso partió desde lo esencial. “Nuestro negocio lo llevaba mi padre, de manera muy poco digital. El asesoramiento del plan nos permitió crear un logo, una página web y una propuesta de valor. También nos ayudaron en temas financieros y de gestión. Fue un trabajo básico, pero integral, que nos dio piso para enfrentar nuevos clientes”, comenta George Barra, socio administrador.

Hoy Termoval sigue abasteciendo principalmente al sector pesquero, papelero y químico, pero con una imagen renovada y más cercana a estándares de modernización.

Otro eje clave fue el financiamiento. El Fondo de Garantías para el Fortalecimiento Productivo (FOGAES Productivo) permitió a pymes medianas acceder a crédito bancario con respaldo estatal, mientras que las flexibilizaciones tributarias dieron alivio en momentos de caja estrecha.

A un año del cierre de Huachipato, los resultados del Plan de Fortalecimiento Industrial del Biobío han sido variados. Algunas empresas como OISE han logrado diversificarse y proyectarse hacia industrias emergentes. Otras, como IMESA o DYG, reconocen que siguen lejos de recuperar los niveles previos, pero valoran la red de contactos y las competencias adquiridas.

Para Germany, el balance es positivo aunque advierte que el desafío continúa, señalando que “este plan fue una respuesta de emergencia, pero también una señal de que las pymes del Biobío tienen capacidades para insertarse en cadenas más amplias. El reto es sostener ese impulso, porque la reconversión no se logra en un año, requiere continuidad”.

Fuente: Diario Concepción


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